La noche venia por el doquier, elevaba su majestuosidad sin querer, dejaba su negro encandecer y palpitaba en el yugo del gris de una nube. Pareciese que iba a llover a cantares; inoportuno momento para la candidatura municipal.


Felipe y Nina dieron por acabada la merienda y saludaron al dueño quién estaba muy torcido contando las ganancias. Al salir a la calle alzaron el brazo al mismo tiempo riéndose infantilmente. El colectivo frenó y estaba bastante vació como para transportar unas cuantas vaquillonas. Pero el olor hubiese sido insoportable incluso para el caño de escape. Felipe dejó sentar a Nina primera enfrente de la salida (era un colectivo con la salida en el medio, los mejores para mí, estás siempre cerca para SALIR!) pero al hacer esto tocó estúpidamente el timbre croqueta.

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