Sótano

Nina viajaba sobre el lomo del slaku, casi pacíficamente. Pasaba por los miles de pasillos, que parecían similares entre ellos. Infinidad de cuadros y arañas decoraban aquella mansión. Pero todo comenzaba a degradarse bajo el efecto del agua esmeralda, que desteñía hasta la casa misma. Estelas de todos los colores se esparcían por el espacio, formando remolinos de fantasía con el veloz pasar de los slakus. La manada de aquellos seres se manejaba con una coordinación irregular, casi caótica; sin embargo nunca se chocaban, excepto roces delicados, que demostraban una suerte de afecto casi humano en los seres de ojos fríos.
El viaje duró eternidades completas para Nina, pero en menos de diez soles llegaron al centro esscent de la casa. Un sótano seco, pero peculiarmente dulce.
Allí, los slakus preparaban un ritual sólo para Nina.

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